¿ Que le parece la Información de este Blog?

sábado, 10 de julio de 2010

FACTORES QUE INFLUYEN NEGATIVAMENTE EN EL PROCESO DE PAZ

La educación para la paz debe hacerse presente en todo el currículum, y de hecho todas las comunidades educativas se esfuerzan por integrar elementos pacificadores, (democráticos, solidarios, tolerantes y justos) en su desarrollo.
Pero el problema es que nuestra sociedad encubre tanta violencia, contenida o no, en su cotidianeidad, que es muy difícil dar respuestas adecuadas frente a las mismas, sobre todo si se hace un enfoque simple, interesado o hipócrita al tema de la violencia social, cultural, familiar o individual. Por una parte nos inundan con informaciones negativas de la agresividad y violencia humana, de forma que "lo violento" de unas minorías se sobrevalora frente a "lo pacífico" de la mayoría; por otra parte es cierto que el recurso a la violencia y lo escabroso es mayoritario entre los "temas" que se ofrecen como "ocio" a los ciudadanos (cine, TV, videojuegos, comics e incluso literatura).
Por este camino se nos vende un aspecto pesimista y negativo que es minoritario, frente a un optimismo más real de un deseo gradual y mayoritario de paz universal. Sin embargo, sí es cierto que el ejercicio de la "pequeña violencia" es habitual en nuestra forma de convivir, como resultado de una "natural agresividad" basada en el "instinto de supervivencia". Así es como la violencia instintiva (la violencia nunca puede ser racional), se instaura en nuestro modus vivendi de mil maneras distintas, pero siempre porque el individuo no ha sabido (no ha sido enseñado a) dirigir su agresividad de forma positiva para sí mismo y para los demás, o simplemente porque nuestro modelo social genera situaciones tan injustas que propician esas erupciones de ira, rabia, odio o sentimientos destructivos individuales incontrolados.
Efectivamente existe una agresividad potencialmente positiva en cada ser humano, que le permite, por ejemplo, tener el empuje necesario para arriesgar su propia vida en favor de otros, o para adherirse a causas altruistas y comprometidas, o simplemente para afrontar de forma positiva los problemas cotidianos. Frente a estas actitudes positivas y mayoritarias, existen un sin fin de pequeñas acciones mezquinas, denigrantes y negativas tanto para quien las ejecuta como para quien recibe las consecuencias, pero nuestro optimismo nos hace pensar que son minoritarias, aunque muy llamativas.
Esta agresividad negativa, que en casos excepcionales se transforma en verdadera "violencia", es la que debe ser continuamente denunciada, señalada, zaherida y perseguida por todos, primero en nosotros mismos, y luego en las conductas de los demás. Y aquí es importante que el control social sea crítico, sincero, justo y riguroso, sin dejar por ello de ser solidario, tolerante, y abierto con las faltas propias y ajenas. Las comunidades educativas, como mediadoras de valores sociales, deben comprometerse en actuaciones que refuercen la propia autoestima, de forma que los individuos sean conscientes de sus limitaciones, tomen decisiones autónomas y acertadas, y como consecuencia deseen superar con optimismo sus posibles dificultades (a veces desgraciadamente mezquinas).
Por tanto deben valorarse las actitudes generosas, amables, afectivas y cariñosas, y censurarse las actitudes hostiles, egoístas, despreciativas o injuriosas. Y en este sentido no se puede ser "permisivo" o "relativista" frente a un individuo en "proceso de formación", como son nuestros alumnos, y que comprenden muy bien que lo malo está mal, pero que no entienden que lo malo sea relativamente bueno, como a veces nos empeñamos en vindicar, por un equivocado sentido de la equidad, que en realidad es relativismo frente al egoísmo, la canallada, la hostilidad, la sinrazón, la mezquindad, etc., Todo ello conductas "muy humanas", pero también muy "indeseables" y muy "vergonzosas". Debemos reivindicar la vergüenza personal y ajena como un sentimiento positivo que nos denuncia nuestra inconformidad con lo violento, cuando menos, y no como un sentimiento negativo de "culpabilidad" traumática de la personalidad. Cuando existen hechos objetivos de los que sentirse "avergonzado" (y esto es siempre que existan damnificados como consecuencia de mi conducta), uno debe tener el suficiente coraje como para sentirse "realmente culpable", para reconocer actitudes erróneas, que si no serán imposibles de rectificar. En este sentido la "vergüenza" personal y social es positiva, y el permisismo o el aplauso, realmente contraproducentes.